"… Y dejé de juzgarme…"
“… Dejé de juzgarme. Y, caramba, menudo alivio fue. Menudo alivio es.
Cada emoción que siento es perfecta tal como es. Si experimento amor y serenidad, es lo mismo que si siento miedo y ansiedad. Eso es lo que realemente significa la aceptación y la actitud acrítica. No puedes decir: “Está bien, no voy a deprimierme por sentir rabia; es mejor estar tranquilo”. No. Las dos emociones son lo mismo. Eso es la actitud acrítica.
Y aceptarte a ti mismo tal como eres tiene un fantástico efecto secundario: también empiezas a aceptar a las demás personas por lo que son. Puede que no ocurra de inmediato, pero desde luego sucede. Y ocurre por una razón muy simple: cada vez que juzgas a otra persona es porque no te aceptas del todo a ti mismo.
Jesús lo señaló cuando dijo:”Ama al prójimo como a ti mismo”. Ya sé que, en aquel entonces, él no había tenido el privilegio de formarse en la teoría psicoanalítica de la Gestalt, por ello pasó por alto un dato importante: que la mayoría de las personas no se quieren a sí mismas, por lo que son tan capullas con el resto de la gente.
Perdona, Jesús, pero me permito sugerir una frase mejor: “Amaos a vosotros mismos, tíos, porque así empezaréis a amar al resto y podremos reunirnos en una gran fiesta hippy, donde reine el amor libre, nos quitemos las sandalias y nos acariciemos las barbas los unos a los otros. Paz y amor, tíos”.
A lo mejor Jesús dijo eso mismo, pero los muy estirados de Mateo, Marcos, Lucas y Juan eliminaron esos fragmentos. Seguramente Judas estaba sentado fumándose un porro y dijo: “Eh, tíos, ¿y la parte de la fiesta del amor? Molaba cantidad”.
Y Mateo se volvió y le dió un puñetazo.
“Joder, tío, sólo era una idea”, protestó Judas.
Lucas se levantó y le pegó una buena patada en los huevos.
Después de eso, Judas se calló.
Tal vez tu también deseas ser una persona serena y tranquila; tal vez amable y generosa o quizás fría y cruel. Siempre que defines los límites de lo que deseas ser, haces que el resto de tu persona resulte inapropiada y eso significa que llevas todas las de perder. Incluso aquella que desea ser fría y cruel sentirá amor y cariño de vez en cuando y se castigará por albergar esas emociones.
Así que di ¡Keledén! a lo que deseas ser y limítate a ser quien eres. No hace falta ser otra cosa, ni desarrollarse ni mejorar, ni tan siquiera ser como otra persona.
Estás bien tal como eres ahora mismo. Siéntelo. Todas esas partes de ti que no te gustan, esas partes de las que te avergüenzas, están bien. Lo que opinas de tu peor parte debería ser exactamente igual que lo que opinas de tu mejor parte.
Tu lado furioso, inquieto, celoso y curel es exactamente igual que tu lado calmado, tranquilo, generoso y cariñoso.
Porque eso eres tú. Y eso soy yo. Y el resto de las personas del planeta. Y si fingimos lo contrario, tendríamos que fundar una religión llamada “Yo soy sólo esto y no aquello”.
Todas las religiones se reducen a eso. Solo que ellas añaden una frase deprimente, de modo que acaba conviertiéndose en “Yo soy sólo esto y no aquello. Y si eres lo que creo que soy, eres malo. Y arderás en el infierno”.
Estamos hablando de ser holístico en el verdadero sentido de la palabra. Como persona completa, somos muchas cosas; de hecho, lo somos todo. Como persona completa, experimento todas las emociones que ha sentido cualquier persona en la historia de la humanidad. Y a veces las siento en un solo día. Incluso puedo sentirlas viendo un buen episodio de un culebrón”.
FRAGMENTO DEL LIBRO: KELEDÉN.
Autor: John C. Parkin.